viernes, 21 de septiembre de 2007

El lenguaje como instrumento democratizador (Opinión)

A mi me parece que la exacerbación del lenguaje carece de objeto.
Tal parece que el lenguaje fue concebido para comunicar, desde el momento en que deja de cumplir esa función, pierde todo fundamento.
Si se planeta al lenguaje como democratizador, es imposible no alejarse de ello, poniendo en práctica lenguaje de una complejidad que raya en la pretensión.
Si bien el lenguaje llano es incapaz de explicarnos cosas de un nivel de abstracción elevado, sí cumple normalmente la función esencial del lenguaje; comunicar.
Si el lenguaje es ridículo y exageradamente complejizado, atentará contra esta idea. Porque plantearíamos al lenguaje como disgregador, elitista y conservador, incapaz de efectuar los cambios que naturalmente se suscitan en la interacción con otros.
Sin embargo, la deformación que el lenguaje está siendo presa con la llegada de Internet pone en evidencia que tampoco la no conservación de este, provoca mayor comunicación. Por que si el lenguaje estuviera constantemente transformándose, de forma dispar, entonces no se produciría comunicación desde sujetos de dos realidades distintas a la suya.
La educación posibilita la comprensión de un lenguaje complejo, y hace posible una comunicación más rica y fértil. El lenguaje llano cumple un rol democratizador y comunicacionalmente fundamental. Por lo que en el equilibrio entre ambas es en donde surge el desarrollo sostenido de este mismo.


reconstrucción del cuento "el hombre del castillo"

La vida se le planteaba como plena, absoluta y llena de belleza. Las infinitas tardes eran disfrutadas con natural regocijo, con una mirada esperanzadora, llena de sutileza, estética, y todas esas cosas que suponen una armónica coexistencia con lo que muchos llaman Arte. Él era feliz, plenamente feliz. Se sentía completo, carente de necesidades, con un existencialismo completamente resuelto, con una personalidad férrea y desarrollada, con sus argumentos en perfecto orden. Él no necesitaba nada más. Sus ideas del mundo habían satisfecho su inquietud por conocerlo. Estaban ahí presentes, en cada segundo de su vida, como un manual abierto, dispuesto a satisfacer cualquier tipo de inquietud que pudiere emanar desde su criticismo. Traída a su persona con tan solo un botón, el mundo se desplegaba antes sus ojos con un mecanismo exquisito.

Toda posibilidad de soledad era desterrada para siempre de su pequeño mundo. Allí, sentía seguridad, amor, odio, envidia, venganza, dolor, y todo el sin fin de cosas que hacen posible el que nos sintamos vivos, vitales. Con la convicción de que corre sangre por nuestras venas. Pero, lamentablemente, con la idea lejana y ajena de la muerte y la ausencia; lo efímero de la vida brutalmente confinado fuera de la cuidad que todos, en cierto sentido, instauramos como protección de nuestra frágil esencia.
El pequeño aparato había quebrantado su posibilidad de soñar. La perfección allí expuesta lo lleva hacia un estadio de neutralidad y pasividad de las emociones y de su propia autopercepción. Es un ser feliz y pleno, pero vacío.
En un momento, en su pequeño gran mundo circundante, vio experimentar una emoción nunca antes advertida, y absolutamente nefasta: la curiosidad.
En toda esta gran nebulosa vio vislumbrar un diminuto rayo de luz que azotó para siempre su insignificante existencia. De pronto, se le presentó una solución a un problema que jamás notó existente. El escapar de si mismo.
Saltó hacia fuera y nadie notó como sus ojos se abrieron con brutal espanto. Nadie notó como su conciencia sufría constantes espasmos y su cabeza fue azotada contra el mismo botón que años antes había sido la única fuente de toda su persona.
La gente reía a carcajadas, con la boca llena de comida basura atestada de grasa, carne y suculenta lujuria. El espectáculo le pareció grotesco, y fuera de todo parámetro. La lujuria le produjo asco, aunque no haya sido un sentimiento que haya sido capaz de decodificar.
Hombres y mujeres se paseaban con diminutas prendas al servicio de la gula de los espectadores.
Sus rostros marcados de pintura. Su ropaje insinuante. Su actitud lascivia.
Nadie lo notó.
Nadie lo necesitaba.
A nadie le pertenecía.
A pesar de que todos, en algún momento, dijeron lamentar su pequeño estado carente de lucidez. Su mundo jamás fue concebido de esa forma. Su pequeño artificio nunca retrató lo que se le presentaba ante sus ojos. Su desilusión lo superó.
Cerró sus ojos, y los apretó tanto que pensó que jamás volvería a mirar. Gritó para que la pesadilla acabara.
De pronto se vio inmerso nuevamente en su apacible mundo. Y descansó. Tomó un respiro, el ruido externo era inaudible, fue feliz nuevamente. Tomó una decisión, y juró jamás volver.
De nuevo se encontraba, cara a cara, con el artificio tejedor de realidad, y por primera vez se desilusionó de él. Pero no lo destruyó. Siguió adelante con su vida.
Volvió a ser feliz. Pero a diferencia de su estadio anterior, era feliz concientemente de que a la vez, estaba vació.

viernes, 14 de septiembre de 2007

menu du jou

Recordé el color y la intensidad del rojo, la angustia de las tonalidades azules y la forma sutil del violeta reflejada ante mis párpados enternecidos por tanta belleza. Creo que fue en un sueño o en aquella separación de lo real y lo idóneo. Mi mente descansaba al ritmo de la música que compone la suave brisa de otoño que es trasladada por cada rincón de mi cabeza, al compás de la bella Francia y de esos carruseles siempre repletos de esperanzas. Recordé que todo lo que buscaba sólo se podía ver en ese papel sensible donde aparecen sutilmente las fotografías. Me llenaba de palabras; angustia, felicidad, rabia, bastado de sentimientos que no me pertenecían, pasaba tardes completas leyendo cartas de extraños y maravillándome con sus vivencias. Creo que eso me volvió loco, por lo menos eso me contaron. Fue un tiempo después de la muerte de la princesa y de que el sol cambiara a esa forma en que lo conocemos hoy día.

La gente siempre habla de religión pero creo que el tema no me gusta, porque mi dios es mucho más cercano del que ellos leen en esos libros. Nunca me había detenido a pensar en eso ¿porque no fui capas de detenerte? Si estabas sólo a unos pasos de mi... Tal vez creo que de esa forma nunca se perdió el romanticismo y puedo pensar en ti de la forma dulce.

El público aplaude extasiado esta noche, las butacas vibran con más fuerza que nunca y la mujer de la peluca rosada sube su ropa interior pensando que esta será la última vez que se humilla por unos cuantos billetes, ya que el día de mañana saldrá a buscar uno de esos trabajos “respetables”. A mi derecha se encuentra el tipo de la comida rápida adicto a las hamburguesas dobles y las prostitutas antes de llevar a su mujer a la iglesia... Las luces del escenario no me permitían ver con claridad y en un lapso entre la desfiguración de los rostros dementes del público creí verte riendo del deprimente espectáculo, corrí tan fuerte como nunca más lo he hecho y te perdiste entre la multitud nuevamente, caí entre la sofocación de sus miradas acelerado por esta tétrica escena de hombres convertidos en animales siguiendo el hedor de la “hembra” y fascinados como los cerdos entre la más absoluta mierda, caminé un par de pasos y extrañamente volví a mi cama pensando en que todo se puede convertir en poesía, desde el más hermoso objeto hasta el más asqueroso cuadro plástico.

viernes, 24 de agosto de 2007

no soy

Acaso son estas calles que gritan silencios perturbadores en la oscuridad de la noche las únicas capaces de retratar la substancia de la cual estamos compuestos; aquellos trazos cardinales constituyentes de esto que perdura y trasciende lo concreto, y por lo cual somos recordados por los demás. O es que somos tan grandiosos y brillantes como para poder describir nuestra naturaleza individual desde todas las potenciales proyecciones emanadas por nosotros y acogidas por otros. Pensar que sí es posible tal acción está más cerca del despropósito que de la soberbia. La dicotomía entre lo que existe, lo que pretendo que exista y lo que crees que existe es irremediable.
No somos uno. Nuestra realidad la componen las visiones abstractas de uno mismo y de quienes nos importan, no la idealización y autoreferencia de vanidades sin objeto.
Si me preguntan lo que soy, diré esto: me fundo en la imagen que tienes de mí al leer estas palabras, la impresión de quienes amo y de quienes me aman, porque lo que yo creo ser carece de relevancia si no soy capaz de proyectarlo.
En ese sentido, las acciones que realizo son consecuencia de esto último, desvaneciéndose al contacto con el viento y este, a su vez, roza y estimula las calles haciéndolas gritar silencios perturbadores, y que tal vez son las únicas en decirnos quién realmente somos.